jueves, 29 de abril de 2010

Descubrimiento del amor






Y al día siguiente de hacer el amor...
surgió la transformación,
como si nos hubieran introducido
en una bola de cristal e inmersos,
todos los sentimientos fluyeran de manera desordenada
pero con direcciones más claras.
Al día siguiente, buscas su mirada y no es la misma,
sus ojos ya no son sus ojos,
parece como si se hubieran tornado
y miraran hacia otros lados.
Al día siguiente, rozas sus labios y no son sus labios,
parece que nunca jamás los hayas besado.
Al día siguiente, le das la mano y no es su mano,
ya no la tocas, la destrozas,
la aprietas con fuerza
para saber de verdad
si sigue siendo su misma mano.
Al día siguiente, acaricias sus mejillas, y no son sus mejillas,
e inmóvil pataleas por reconocer su cara,
por adivinar qué pasa.
Al día siguiente, caminas con él y ya no atinas,
como si sus pasos
se dirigieran a otros espacios.
Al día siguiente esperas sentir lo de siempre
y piensas que ya no le tienes,
que el amor de la noche anterior fue mucho amor
y que el descubrimiento culminó...
que llegó a su último escalón ,
en el que ambos entrelazados, agitados,
encontrados como en una bola de cristal,
enfrascados, pudieran al día siguiente predicar
que el amor ha podido,
que el descubrimiento ha fundido
sentimientos emotivos.
Al día siguiente, ya no me lo creo,
está tan vivo todo lo que siento...
y es que como pinturas en la caverna
vivimos el descubrimiento,
olemos el polvoreo,
sentimos el parpadeo,
y abstraemos el sentimiento.
Al día siguiente ya no hay aliento,
todo es nuevo,
él la mira perplejo,
se ha producido el descubrimiento;
¡Y maldito descubrimiento
que ya sé lo que es el amor,
el amor por haberte descubierto!
Que ya no hay sentimiento,
que me quemaría con los rayos del sol,
que me helaría sin temor,
que me enterraría con vigor,
que me soplaría el viento como con ardor,
que la tierra, el agua, el aire y el sol suplican
que el amor sea el puente entre tú y yo.

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